SOMOS NUESTROS PEORES CRÍTICOS.
Nos imponemos metas y exigencias tan altas que parecen inalcanzables, y al no cumplirlas, nos sentimos frustrados y menos valiosos. Esto, a su vez, afecta profundamente nuestra autoestima.
Las exigencias que nos imponemos suelen estar ligadas a la sensación de no ser «suficientes». Nos decimos: «si logro esto, entonces valdré más». Pero cuando nuestras metas son poco realistas, no solo no las alcanzamos, sino que reforzamos la creencia de que no somos lo bastante buenos. Este ciclo crea una espiral de autoexigencia, frustración y pérdida de confianza.
Para romper este círculo vicioso y cuidar de tu autoestima, te propongo 3 pasos clave para bajar tus expectativas sin renunciar a tus metas:
1. Haz tus metas específicas
En lugar de tener objetivos vagos y poco claros, define metas concretas y detalladas. Cuanto más específicas sean, más fácil será medirlas, cumplirlas y sentir que avanzas. Olvídate de cosas como: “ser excelente en el trabajo” o “ser buena madre”, ¿cómo vas a medir eso? ¿no ves que no tienen sentido?
2. Hazlas alcanzables
La perfección es una trampa. En lugar de aspirar a ella, busca pequeños pasos que puedas lograr diariamente. “Ser la mejor en algo” no es tangible, no está delimitado y es alcanzable, es demasiado abstracto. Empieza por un paso pequeño y ves avanzando.
3. Hazlo desde el amor hacia ti, no desde la obligación hacia otros
No te impongas cumplir metas como si fueran castigos. o compromisos inamovibles. Hazlo porque te importa tu bienestar y el de las personas que te rodean. Cambia la mentalidad de «tengo que» a «quiero» y verás cómo cambia tu perspectiva. Así que nada de “tengo que estar siempre disponible para mi madre”, prueba con un “trataré de verla dos tardes a la semana, cuando acabe de trabajar”
Un ejemplo: «Ser una buena madre»
Una de las exigencias más comunes es «ser una buena madre». Pero, ¿qué significa eso exactamente? Es un concepto abstracto, enorme, y difícil de medir. ¿Cómo saber si lo estás logrando? ¿Cuándo es suficiente? La respuesta es que este objetivo es tan difuso que solo genera presión y frustración.
Veamos cómo puedes aplicar los 3 pasos:
- Hazlo específico: En lugar de exigirte «ser una buena madre», cámbialo por algo concreto y diario, como «acostar a mis hijos cada noche con cariño y atención». Esta es una meta clara y alcanzable que puedes medir.
- Hazlo alcanzable: Acostar a tus hijos cada noche es una tarea que puedes realizar todos los días. No es un ideal imposible, sino una acción simple y significativa que puedes lograr de manera constante.
- Hazlo desde el amor hacia ti: No lo veas como una obligación pesada. Hazlo desde el amor, porque te sientes bien con ellos, te importa su bienestar y quieres que se sientan seguros y queridos. Este pequeño acto, hecho con cariño, fortalece el vínculo con tus hijos y también refuerza tu autoestima.
Pequeños pasos, grandes resultados
Cada vez que logres cumplir una meta realista y alcanzable, sentirás que has dado un paso positivo. Este éxito te proporcionará la confianza para seguir adelante y repetirlo al día siguiente. Cuanto más consigas pequeñas victorias, más sólida será tu autoestima.
Recuerda, bajar tus exigencias no significa conformarte con menos, sino ser más amable contigo mismo. Al proponerte metas claras y alcanzables, te das la oportunidad de experimentar el éxito.
No olvides: es mejor cumplir una meta pequeña y sentirte bien, que perseguir una grande e inalcanzable y quedarte atrapado en la frustración. Tu confianza y bienestar emocional se construyen paso a paso, con metas realistas y mucho amor hacia ti misma.
Feliz semana,
Mònica