¿Te machacas sin darte cuenta?

Feliz lunes amig@,

Hoy quiero invitarte a reflexionar sobre algo que muchos hacemos sin darnos cuenta: autoexigirnos. Sé que, a veces, miramos a las nuevas generaciones y las percibimos como menos disciplinadas o más cómodas que nosotros, que no dudábamos en arremangarnos cuando hacía falta. No se trata de irnos al extremo del ‘pasotismo’, pero hay algo importante que podemos aprender de ellos: el amor propio. Necesitamos reaprender a hacer las cosas desde el amor, no desde la obligación, porque en el proceso, nos estamos jugando algo fundamental: nuestra salud.

La autoexigencia es algo que todos hemos experimentado en algún momento. A veces la confundimos con tener altos estándares o ser responsables, pero cuando se sale de control, puede generar estrés, ansiedad y malestar.

En mi caso, pasé mucho tiempo exigiéndome demasiado. Siempre sentía que no era suficiente, que debía hacer más y ser más productiva. Esto afectaba mi salud: dormía mal, me saltaba comidas y vivía con la constante presión de no cumplir con todo. Y lo peor es que esta autoexigencia no solo me afectaba a mí, sino también a los demás. Si alguien no cumplía con lo que esperaba, me frustraba rápidamente. Mi baja tolerancia hacia ellos era un reflejo de lo dura que era conmigo misma. Al no permitirme fallar, tampoco podía aceptar errores de otros.

Darme cuenta de esto fue un punto de inflexión. Me ayudó a entender que mi autoexigencia no era un signo de fortaleza, sino una manifestación de la falta de amor propio y de límites claros. Me exigía porque, en el fondo, no creía ser suficiente, y eso me llevaba a actuar desde la obligación, en lugar de hacerlo desde el amor.

¿Cómo romper este ciclo? Aquí te comparto algunas pautas que me ayudaron a gestionar mi autoexigencia:

1. Examina el origen de tu exigencia

Cada vez que sientas que te exiges demasiado, pregúntate: ¿esto lo hago desde el amor por mí misma o desde la obligación? Si viene de la obligación, es probable que te estés imponiendo un estándar imposible, lo cual solo te llevará a más frustración.

2. Practica la autocompasión

Es un desafío cambiar el diálogo interno, pero es clave. Cuando te des cuenta de que te estás machacando por no haber hecho suficiente, detente. En lugar de castigarte, háblate como lo harías con un amigo: «Está bien, lo estás haciendo lo mejor que puedes». La autocompasión no es excusa para no hacer las cosas, sino una manera más saludable de motivarte.

3. Pon límites

Una de las formas más comunes en que la autoexigencia se manifiesta es la incapacidad de poner límites. Nos sentimos obligados a estar disponibles siempre, a hacer todo solos. Aprende a decir «no» cuando sea necesario y a priorizar tu bienestar. Tu salud mental y física deben estar por encima de cualquier obligación externa.

4. Quiérete mejor, no más

No se trata de hacer más cosas para quererte, sino de cambiar la forma en que te tratas. Deja de exigirte para merecer tu propio amor y, en su lugar, acéptate tal como eres.

5. Cambia el «tengo que» por «quiero»

Esta pequeña diferencia en el lenguaje hace una gran diferencia en la forma en que percibimos nuestras acciones. En lugar de decir «tengo que hacer ejercicio», cambia a «quiero moverme porque me hace sentir bien». Así, te das permiso para actuar desde el amor, no desde la obligación.

Recuerda que la autoexigencia no te define. Eres suficiente tal y como eres. Se trata de aprender a quererte mejor, no de hacer más para ser digno de amor.

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Feliz semana,

Mònica

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